Poemas del Museo Fermín López, Villarrica, noviembre de 2019
I
Blanco y tranquilo, invita
un tranquilo Sol entrar en casa.
Entre sus mansos pinos, el corazón
descansa, en blanca paz, de sus ocasos.
No se equivocan los pasos
de quien camina sin ansiar destinos,
ni, impecable, el canto amigo
de los pajarillos del patio.
Suave y verde, verde suave,
canta lo que aquí se abriga.
Como un murmullo de infancia,
las blancas paredes amigas.
II
No siempre se abraza al poeta,
eso es normal.
A veces se lo arroja, ¡fuera!
Por su poesía diferente...
Eso también es normal.
No se recogen sus versos,
su mirada y su camino,
por miedo, por miedo, por miedo...
La belleza es valiente,
la poesía es valiente,
y es por ello que el miedo,
el mayor de los cobardes,
la odia, la odia, la odia.
Perecieron al miedo quienes expulsaron al poeta,
por ser distinto...
Lejos de honrar las blancas paredes
de esta casa de luz, de paz y belleza,
con todo, estas blancas paredes
perdonan, con paciencia.
No hay cómo apagar la belleza,
lo saben los pájaros afuera cantando,
lo saben los niños al corretear por el patio,
y este poeta que, una vez más,
se aleja tras ser expulsado...
No hay cómo apagar la belleza
de quien lleva el corazón en la mano,
y quien labra con miedo sus pasos,
con puño propio está firmando su destino.
Que llueva, que llueva
y la lluvia limpie...
Y se cumpla el hondo verso
que otro poeta escribiera:
"...Y quien sea mi enemigo,
que sea mi hermano..."