miércoles, 24 de marzo de 2021

 

Un ir lloviendo y cantando por las paredes

blancas de un delirio joven,

cántaros con flores coloreadas como asombros

de ojos bien abiertos, casi agua,

lloviendo primaveral sobre los abriles

que tantas veces anduve y ahora,

ahora yerba mojada, pies descalzos,

ahora grito a cielo abierto, cielo azúl,

geranios, cal y cerámicas coloridas,

contornos oscilando y bailando,

curvas de lunares, bocas rojas y desafiantes,

firme paso, tacón taconeo tacatán

tan firme y alzado, vuelo nuevo, hombre nube,

cuántas lluvias has sido

y qué hermoso es volver a ser marzo,

abril, mayo…

Los pájaros llevan tu nombre!

sábado, 20 de febrero de 2021

Jaha

 Mba'e pico. Bueno, he'i.

La máquina tardó un poco en decidirse.

Mi tarjeta de bus 'jaha', apoyada en el lugar indicado, era coronada por unas luces verdes y rojas, que clamaban suspenso.

La máquina estaba indecisa, ya pasaba el segundo segundo. 

Se comentaba que la tarjeta 'jaha' daba problemas, unos amigos la recargaron y luego no pudieron usarla, no funcionaba. En sus casos, la máquina decidió bajar su pulgar al suelo de chapa del bus. 

Pero el vendedor del bazar, donde minutos antes recargué diez mil guaranies en mi tarjeta, me dijo que no habría problema, que la tarjeta ya estaba activada. Tampoco fue tan contundente, en verdad sus palabras fueron más esquivas que otra cosa. 

También el conductor me respondió de manera esquiva cuando le pedí que me avisara al llegar al paseo catorce y medio, frente a la parada de la Copetrol, en San Lorenzo. "Bueno", dijo, sin mojarse. ¿Me avisarás?, quise cerciorarme, quise que entendiera que mi suerte estaba en sus manos. 'Bueno', repitió, implacable. Me sentaré justo atrás para que puedas avisarme, le dije, en un último intento por colocarle a mi favor. 'Bueno', dijo, con la mirada en los coches que nos precedían. No había caso, las cartas estaban echadas. Me enfrenté a la máquina, desenvainé mi tarjeta 'jahá' y, sin dúbita, le aserté un golpe certero y firme.

Parece que se sorprendió un poco. Las luces verdes y rojas estaban sorprendidas, ¿y qué hago yo con esto?, semejaban preguntarse en un tenso silencio. Mi mano mantenía firmemente la estocada, no daba un paso atrás. En mi mente, yo ya estaba dentro. En verdad la máquina no tenía elección. Era sólo cuestión de tiempo que se diera cuenta de ello.

Finalmente, un halo verde rodeó mi mano, en un abrigo benévolo. Como un general contento con ver a un benjamín diestro y disciplinado, sentí que esa luz verde y el sonido de las barras rotatorias desbloqueándose me felicitaban revolviéndome el pelo en un gesto invisible.

Giré las barras a mi paso y me acomodé, contento, justo tras el conductor. Era tiempo de esperar, lo que iba a pasar quedaba en manos de Dios. 

Eché una mirada a los integrantes de la tripulación. Dominaban las miradas cansadas y la pesadumbre. Había algunas personas dormidas.

Y, llamando mi atención como un pedazo de azul brillante en el cielo nublado, bajo un tapabocas oscuro, adiviné una sonrisa en un rostro de mirada divertida.

 Queridos, queridas: aún no hay lanzamiento del disco, pues seguimos en cuarentena en Paraguay. No sabemos cuándo acabará, y creo más interesante aprovechar esta situación tan especial que preocuparnos por saberlo. 

Si bien esta cuarentena nos hace quedarnos en casa, también quedarnos en casa está disminuyendo la polución que manaba de nuestros vehículos, y las estrellas se ven más hermosas y brillantes. Aprovechemos para mirar las estrellas.


Si bien quedarnos en casa puede llevarnos a buscar entretenimiento superficial en las pantallas, también nos da el tiempo (anteriormente tan escaso) de aprender sobre nosotros mismos mediante la meditación, lecturas valiosas, conversaciones sinceras, reflexión... Para hacernos a nosotras mismas mejores personas. Nos da el tiempo de ejercitar nuestro cuerpo, acompañando el cuidado y desarrollo interior con el cuidado y la salud de nuestro cuerpo.


Si bien esta situación puede hacer aflorar miedos y preocupaciones, al acercarnos a la muerte, también nos da la oportunidad de cambiar nuestra relación con la muerte. La muerte es el fin del viaje que empezamos al nacer. Este final es algo que todos hemos de atravesar. Este final nos enseña qué es importante y qué no lo es. Cuando miramos a los ojos a la muerte, no pensamos en el dinero que tenemos. Pensamos en las personas que amamos. A los ojos de la muerte, no importan cuantas cosas hemos tenido en la vida, sino las acciones que hemos llevado a cabo. ¿Hemos actuado con amor o con miedo? ¿Hemos tenido la valentía de seguir a nuestro corazón? ¿Hemos vivido honestamente? La muerte es la mejor maestra.


El cielo está especialmente hermoso. El cielo no nos envenena, nos alimenta.


Normalmente llenamos nuestra mente de demasiada información, sin cuidar que nos alimente, y muchas veces nos confunde, nos envenena, no nos ayuda a tener claridad.


Aprovechemos este tiempo para cuidar lo que le damos a nuestra mente, para que nos alimente. 

Aprovechemos este tiempo para crear sin miedo, para equivocarnos creando, divertirnos creando, ser sinceros creando y valientes creando, darnos el gusto de crear arte aunque no seamos artistas. El arte es crear.


Aprovechemos para mirar las estrellas

 La flor azúl balbuceaba sin poder dejar de mirar la espuma que iba peinando las olas, una tras otra.

Las olas la llevaban sin la menor vacilación sobre sus crestas, como una elegante muestra de equilibrismo con algo de nobleza espectacular, que se mantenía, incluso, al elevarse y caer sobre sí mismas, rompiéndose en mil pedazos.

El erizo también observaba la escena. Era una de esas corazas marinas, hacía tiempo olvidadas al pie de las dunas.

-Qué piensas, florecita? -le preguntó.

La flor azúl no sabía si podría siquiera acertar a decir algo que no tiene parámetro, que se me escapa de las manos como la piel del aire que la rodea, con estos pétalos azules siempre creí saber, y sin embargo ahora descubro que jamás vi cosa alguna, y ahora que veo, nada de aquello que creía saber me sirve... -dijo la flor.

-Flor, florcita, cómo sabré si lo que dices es cierto? Te ves bonita, pareces como más eterna, y parece que estás majareta. Quieres un parámetro?, te ayudaré. Aquí tienes una almeja. Tú eres tres veces más alta, y tus pétalos azules son la mitad de su tamaño. Si quieres podemos tomar otro parámetro, otra cosa, un grano de arena, sólo que entonces sería más aburrido tener que contar cuántos granitos suman tu altura o la longitud de tus pétalos. Pero en fin, esa es la ciencia, ahora tienes un parámetro que te sirve para hacer descubrimientos que te lleven al conocimiento!

Pero cuando la flor azúl miró el grano de arena, sintió que nunca en su vida había visto cosa igual, sintió un arrobo tal de belleza inexplicable, que no pudo sino balbucear algo incomprensible, y guardar un largo silencio.

-Qué piensas, florecita azúl? -dijo el erizo.

-...

-No quieres decírmelo?

-Erizo, disculpa pero es muy difícil esto de decir cosas. Yo antes entendía todo eso de los granitos de arena, pero es que ahora..., ahora...

-Qué pasa ahora, florecita azúl?

-Ahora todo eso parece como si no sirviera, no sé si me podrás entender...

-Venga, dímelo, qué le pasa? Porqué no sirve?

-No es eso, no es eso, erizo... Es que ahora, cuando miro los granos de arena... Cuando los miro, no sólo los miro, sino que además los veo... Y, sabes qué, erizo? Son preciosos, erizo, son extraordinarios... No hay dos iguales, todo en ellos es pura belleza: sus colores, la textura que tienen, el modo en que combinan y sus sombras... no sé si es posible expresarlo, cómo podré hacerlo, erizo... esto es quizá la cosa más hermosa que he visto en mi vida...

El viento acarició un silencio momentáneo.

-Vaya, florecita... vaya, no me había dado cuenta... Pero sí que son bonitos estos granos de arena...

Erizo tuvo una sensación que nunca antes había experimentado. Era como si algo quisiera abrirse.

Las olas continuaban sirviendo a la orilla su regular porción de espuma, con sobria elegancia. El cielo era hermosamente azúl, un azúl sin medida.

martes, 12 de mayo de 2020

un viento fresco erizó la superficie del lago. Momentos después, como por arte de magia, el soplo cesó y el agua retornó a su inquebrantable quietud, como si nunca hubiera sido distinto.
No sabía porqué, pero sentía algo triste en todo ello. A lo lejos, la montaña lucía hermosa su silvano atuendo. Los árboles llegaban hasta casi lamer el lago, y tras mirar todo esto, sintió que era aquélla la dirección acertada. Siguió su marcha confiado, sabiendo que también aquél sueño acabaría.

viernes, 20 de diciembre de 2019

Yo soy quien transita entre la piel de los mundos.
El agua es mi historia, pero nunca llega a tocarme.
Sólo creen en mí aquéllos que vieron mis ojos.
Al momento siguiente, no soy
sino el recuerdo de un sueño
que se pierde mar adentro.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Poemas del Museo Fermín López, Villarrica, noviembre de 2019


I

Blanco y tranquilo, invita
un tranquilo Sol entrar en casa.
Entre sus mansos pinos, el corazón
descansa, en blanca paz, de sus ocasos.
No se equivocan los pasos
de quien camina sin ansiar destinos,
ni, impecable, el canto amigo
de los pajarillos del patio.
Suave y verde, verde suave,
canta lo que aquí se abriga.
Como un murmullo de infancia,
las blancas paredes amigas.



II

No siempre se abraza al poeta,
eso es normal.
A veces se lo arroja, ¡fuera!
Por su poesía diferente...
Eso también es normal.
No se recogen sus versos,
su mirada y su camino,
por miedo, por miedo, por miedo...
La belleza es valiente,
la poesía es valiente,
y es por ello que el miedo,
el mayor de los cobardes,
la odia, la odia, la odia.
Perecieron al miedo quienes expulsaron al poeta,
por ser distinto...
Lejos de honrar las blancas paredes
de esta casa de luz, de paz y belleza,
con todo, estas blancas paredes
perdonan, con paciencia.
No hay cómo apagar la belleza,
lo saben los pájaros afuera cantando,
lo saben los niños al corretear por el patio,
y este poeta que, una vez más,
se aleja tras ser expulsado...
No hay cómo apagar la belleza
de quien lleva el corazón en la mano,
y quien labra con miedo sus pasos,
con puño propio está firmando su destino.

Que llueva, que llueva
y la lluvia limpie...
Y se cumpla el hondo verso
que otro poeta escribiera:
"...Y quien sea mi enemigo,
que sea mi hermano..."